Mi faro del fin del mundo.
No
soy perro de ciudad,
ni
marinera,
a
veces ave de paso,
a
veces gaviota,
donde
lo firme se une con el mar,
entre
montañas y arena,
allí
me encontrarás.
Demasiado
cerca,
luz
molesta,
en
la distancia,
una
referencia,
que
puedo dibujar en colores,
dejando
volar mi imaginación,
bajo
un manto de estrellas.
No
puedo imaginarte desde el océano,
lucero
de la noche,
sólo
puedo verte desde la tierra,
arquitectura
bella,
más
he soñado encontrarte,
caminando
por senderos y bosques.
De
mi vida, una etapa cierras,
de
Madrid a Santiago,
de
Santiago a Finisterre.
Y
en cada litoral, un faro,
y
en cada confín,
un
límite de lo conocido,
y
entre tantos faros del fin del mundo,
yo
quería encontrar el de Fisterra.
Y
allí estuve, cual sirena errante,
bajo
un cielo encapotado,
tan
típico de la zona,
frente
al sol que se adormece,
frente
al atlántico y sus costas,
dorándome
de tranquilidad,
como
una estatua de sal,
sobre
tus rocas.
Para
mi, siempre,
del
fin del mundo, faro eres,
y
aún sin encenderte,
fuiste
mi luz, mi guía,
y
mi sombra.
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