De Tabarca a Santa Pola


En esta pequeña planicie,
sobre el mediterráneo alzado,
despiertas cada noche,
perezoso y abrumado,
por las mareas y los vientos,
de punta falcón a la cantera.
Científicos y transeúntes,
mientras duermes te visitan,
si es verano al calor sonríes,
dando sombra a los turistas.
Si es invierno, la soledad acecha,
lugareños y curiosos,
almas tranquilas y artistas,
pintores de alta mar,
poetas de la bahía,
restos bohemios de pesqueros,
que nadaron en tu isla,
leyendas de piratas, apóstoles y putas,
ejércitos que a los corsarios abatían.
Por la tarde el sol se esconde,
San Gabriel lo guía,
mientras San Rafael te despierta,
a la noche sombría.
Él protege los campos,
tu haces lo propio con la marina,
girando sobre tu eje,
brillando en la oscuridad infinita.
Y en tus giros, y tus juegos,
a Santa Pola vuelves la vista,
guiñándole los ojos,
coqueteando con sus orillas.
La luna se despide con un beso,
desde su Aitana querida.
y los arreboles cubren el cielo,
y al alba tienden sus caricias,
las gaviotas espabilan,
y el sol vuelve a la vida.
Y en Tabarca, el faro pasa,
así, sus eternos días.

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