Recuerda peque siempre, que tú ya eres amada.
Ser el único quiero, que te ame susurró, y entretanto abrazados, los cuerpos se fundían, y de la incauta tarde, brotó la perfección, avivando el silencio, de ávidas mariposas. Sus suplicantes ojos, aún algo azorados, de besarme acababan, expiando al primer beso, fin del atardecer, de un mundo detenido, callando sus palabras, ya todo era perfecto. Yo no quiero que seas, el único que me ame, respondí algo atrevida, pues amada yo ya era, involuntariamente, la mención de mi madre, borró la confusión, de su dócil mirada. Surgieron sus abrazos, cálidos y especiales, y aunque cierto últimamente, que bien no la aguantaba, su forma de cuidarme, quererme y desvelarse, no, no podía ser, el raro que me amara. Pues yo ya era muy amada, y recordé a mi padre, otros ojos lozanos, que de amor rebosaban, cuando los sorprendía, a veces con cariño, pues un poco arisca era, poco al afecto dada. Sé que ellos me conocen, inclusive alejándome, cua